martes, 29 de septiembre de 2009

MUCHAS COSAS PUEDEN SER DICHAS


Muchas cosas pueden ser dichas. La realidad presente para cada uno de nosotros es una simple percepción, una imagen establecida y grabada en nuestro subconsciente. Poco importa qué vemos u oímos. Nuestro entorno, nuestros amigos, los medios audiovisuales, los periodícos, los especialistas, los académicos… Todos ellos representan un inmenso altavoz para transmitir una simple idea, la única idea.
Las sociedades occidentales se creen libres porque tienen el derecho a decidir. Me pregunto… ¿realmente tienen la opción para decidir o elegir lo que desean?
Si una mentira se repite numerosas veces, obviamente termina siendo verdad. La verdad. Por la misma razón, si piensas o te expresas de manera diferente, sólo puede ser debido a una locura transitoria, a la radicalidad de tus ideas o porque representas un mal camino para la sociedad. No eres tenido en cuenta.



Ser libre no es tan importante como sentirse y creerse libre. La tecnología ha hecho posible que las nuevas generaciones vivamos, nos comuniquemos, nos informemos, nos ilustremos, amemos y compartemos en la red. Redes sociales que aislan los pensamientos no oficiales o aquellos que carecen de un apoyo masivo. No importa qué es correcto, qué es verdad, sólo lo que está bien aceptado por todos, por la nueva sociedad. La diferencia es que ahora es más sencillo manipular visiones y opiniones. Después de todo, sólo gobierna el ruido. Incluso las revoluciones son dirigidas por ideas que nacen y se extienden como la pólvora, pero todo bajo un ánimo de control.
Somos elementos de marketing. No importa qué pensemos, ya nos reeducaran como masas que somos. Nos creeremos en la verdad, haciendo lo correcto, cuando quedemos convencidos tras cambiar de criterios y expectativas.
No importan las necesidades del pueblo sino crear necesidades, nuevas demandas. La vida no es para el disfrute ni para compartir sino para competir. Competimos por acumular, no porque seamos animales en contra de la tendencia natural, sino porque nos han enseñado que “tener más que otros” nos hace felices. Estamos conectados a un ritmo de vida, a una forma de ser y éso es lo que nos define.
Existen transformaciones -deformaciones- desde que este planeta gira alrededor del Sol, pero esas transformaciones sociales cada vez giran más y más rápido. Hemos creado una espiral consumista que ha terminado por alienar al individuo, consumirlo hasta transformarlo en un verdadero lobo para el hombre (que diría Nietzsche).
Una gran ilusión de centurias de duro trabajo, un testimonio sobre la vida que nos sentencia y recuerda día a día que las historias de D. Quijote aún siguen vigentes y que palpitan con más fuerza que en ningún otro momento pasado.
Prosa proscrita que se tiñe de un dramatismo ignorado, un espíritu de los tiempos incuestionable y difícil de erradicar. Tintes de hipocresía y arrogancia humana, una ignorancia nacida de la dejadez, de todo aquello que emergió con el eslogan del “usar y tirar”, la relativización de lo moral y lo social, un ejercicio de supremacía de lo individual sobre lo colectivo.
Somos simples números organizados, libres de puertas a fuera y esclavos en nuestro interior, navegantes que se dejan llevar por la corriente de las mareas de los tiempos, testigos de una inocencia culpable pero ante todo cómplices de todo cuanto somos y hemos alcanzado como sociedad.

Bitdrain

Y para aderezar una joya ....



martes, 22 de septiembre de 2009

REALIDAD SOCIAL,POLÍTICA Y RELATIVISMO

Siempre he tenido la teoría de que los relativistas y todas sus variantes, en realidad lo que son es lo que anteriormente se llamaba "libertinos", su reconversión no ha sido más que una cuestión nominal. Algunos de ellos (los más recalcitrantes) dirán que siguen tal o cual moral relativista, cuando la verdad es que no siguen moral alguna, más que la de sus propias apetencias. Proceden de manera contraria a la de los seres morales( sin connotaciones): primero hacen lo que les viene en gana, y luego se montan una teoría (según ellos racional) para justificar sus actos.

La razón suele dar mucho más de sí que lo que a primera vista puede parecer, y entrando por los recovecos de la lógica (mal entendida, evidentemente) se puede engañar a la suficiente cantidad de incautos como para poder continuar haciendo lo que les sale.

Pero otro efecto manifiesto de quienes se llaman relativistas o escépticos es la impostura. Quiero decir que en modo alguno son coherentes con cómo se denominan. Postulan una metafísica por completo inútil. Se declaran relativistas camuflados en la progresía, pero se conducen como absolutistas, como cualquier hijo de vecino ajeno a la instrucción y mal avenido con la razón: sus gustos (no ya sus razones, que no aducen) deben prevalecer, so pena de conflicto social. Dicen, en su calidad de escépticos, no estar seguros de que nada exista, pero todos se guían como personas realistas, respetuosas de las leyes físicas en que todos creemos (ninguno de ellos se arroja por la ventana para demostrar la inexistencia de la gravedad, ni ninguno mete la mano en el agua que hierve).

Sin embargo, y esto es lo peor, su imperio de escaparate (“cosa de mucha apariencia y poca entidad”), tan propio de quien, en el fondo se sabe inútil, no deja el mundo como está, sino que lo esteriliza y destroza. En efecto, tras su paso, la educación de los niños se convierte en un baile de salón por completo inútil; el arte se abisma en la nada por falta de apoyo real (se niega la belleza, la elegancia, lo maravilloso de este…); la economía se yergue como un juego de quimeras, como un castillo de naipes; la ética fenece al despojarse la moral de la razón, etc. El mundo necesita el respaldo de la universal razón, o sufrirá las ya visibles consecuencias de la idiotez.

Lejos de pretender justificar los abusos y barbaridades que se han cometido, o se comenten, en nombre de diferentes divinidades, muchos de quienes hoy denuncian con rabia y odio la irracionalidad de las religiones, incurren en mostrencas torsiones de la razón y fanatismos varios. El relativismo epistémico y moral es un manantial de irracionalidades sin cuento.

Esto es lo que da de sí la “razón” nihilista de la posmodernidad. No se agota aquí el listado de locuras relativistas, cuya trascendencia pública es aquí, y en estos momentos, mucho mayor que la que pueda tener cualesquiera otras creencias. Sin embargo, los desvaríos dogmáticos de la corrección política gozan de total impunidad. Al menos de momento.
Para amenizar , vanguardia del 74 ... ya quisieramos ahora


Jajaja y este para ilustrar sobre la relativizacion del arte , buenissimo el Gañan!!!!!!