Lejanos quedan los defectos e imperfecciones que hacen buenos todos los sentimientos, placeres y deseos que la propia naturaleza es capaz de transmitir.
Palabras dispares, sedientas de la vitalidad ausente, de una presencia tan dispar como inesperada. Es éste un espacio abandonado al azar, sin destino y propósito efectivo o concreto, así tal y como debiera interpretarse la vida misma, o quizás no.
Como fiebre que discurre por las venas del paraíso utópico, aún me permito las licencias de una escritura personal e interpretativa distante, lejana e incomprensible. Palabras que pudieran ser manipulables, corazones guiados por la visión de una objetividad demasiado parcial para ser considerada, una complejidad tan simple como un juego de palabras basado en el silencio de dos miradas, ojos que no se observan pero se aprecian más allá de toda superficialidad, castillos atemporales de un sueño labrado con la alevosía de un destino incierto y fugaz, tan fugaz como la vida misma.