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lunes, 7 de marzo de 2011

SOBRE EL LASTRE DE LO TÓPICO



Los catalanes son tacaños, los andaluces son vagos, los españoles son fogosos, las francesas frívolas, los ingleses civilizados, los alemanes tienen la cabeza cuadrada. Los negros huelen mal, el Islam es intolerante. La cultura es de izquierdas, la izquierda es progresista y la derecha reaccionaria… los quintos son fáciles, la montaña es traicionera , la pedriza es una escuela donde solo se escala adherencia, etc., etc.…
Podríamos seguir hasta el infinito. Una de las indeseables consecuencias de vivir en una cultura de masas es que nos inundan los tópicos. Los hay de todas clases y géneros, se encuentran en todos los niveles, desde la charla de café hasta la tertulia literaria de altos vuelos. Las declaraciones de los políticos y sus programas, y no digamos ya los mítines y actos de masas, son ensaladas de tópicos. La propaganda electoral, sea del signo que sea, se ampara en el más descarado y discutible topicazo, usa y abusa de el cómo de una muleta vergonzante, que suele disimular una vergonzosa cojera de ideas y propósitos.
La propaganda comercial , la que vende , hace exactamente lo mismo, tanto que escandaliza ver los delgados y efímeros hilos con que se tejen nuestras vidas.
El tópico se propaga con rapidez viral, infectando nuestras cabezas con la contundencia y eficacia de una gripe española, endémica y pandémica. Una gripe que merma lo emocional, el sentir y el pensamiento.




El tópico es la invasión de lo convencional en sustitución de lo propio, singular y auténtico. Cuando no deseamos, y eso es lo común y corriente, ver con claridad el perfil de algo conflictivo que nos atañe, ventilamos la cuestión acudiendo al tópico pertinente, y a partir de ese momento quedan bloqueadas y en suspenso nuestras facultades para pensar, sentir, o, simplemente, ver.
Y lo peor es que no nos damos cuenta. El tópico nos invita al no pensar. Parece una expresión singular de la ley del mínimo esfuerzo aplicada a la inteligencia.
Tan insidiosa es su presencia que desprenderse de esa roña, de esa costra, es uno de lo mayores y más meritorios esfuerzos que ha de realizar, sin ninguna garantía de éxito claro, cualquier persona que se precie. Es por ello el signo de identidad inequívoco de las tiranías y los totalitarismos. El tópico es el habitante más común y ordinario en el verbo de los demagogos (véase políticos y embaucadores), en su boca puede a menudo ser una arma de muy peligroso calado.

Hay que distinguir el tópico, que es amorfo, del refrán, que es una forma verbal de secular cristalización, casi siempre ingeniosa y mucha veces desencantada y certera, que de vez en cuando, eso es cierto, incurre en el tópico. El refrán es más bien una muletilla verbal que sazona el discurso pero no lo apuntala. El que enuncia un refrán sabe que es un refrán, y no una lapidaria verdad absoluta, que es a lo que aspira el tópico.

El tópico es una roña, una costra de óxido espiritual, una lepra que va recubriendo los ojos de la mente, cegándola, asfixiándola, anquilosándola lentamente , imponiendo certezas , estableciendo paradigmas, sumiéndonos en un inmovilismo patológico , un actuar en blanco y negro , una tentación trampa para obtener respuestas rápidas y resolutivas.

SLDS