Crees que vives una aventura constante, que bajo tus pies no hay nada, ni quieres que lo haya, nunca, jamás, porque te va bien así. Eres feliz en tu mundo raro.
Yo creo que es autoengaño. Te piensas que haces con tu vida lo que quieres, y no es así. No la llevas por las riendas, nadie lo hace.
Autosugestión. Nos han dicho tantas veces que llegaremos tan lejos como nuestras piernas nos lo permitan que ya casi hemos interiorizado esa mentira. Pero por mucho que la asimilemos no deja de serlo. Una mentira, más grande que el Sol, que un día se apagará.
No lo controlamos nosotros. Nada de lo que pasa lo controlamos nosotros. Somos hormigas, ácaros, moléculas, puntos, nada, en esta inmensidad.
Crees que eliges tu propio camino, pero yo te digo que no.
Te digo que naciste para autoengañarte, naciste para estudiar, para luego poder trabajar, para luego poder morirte. No tienes otra función, aparte de la de morirte como lo que eres, una partícula insignificante llena de insensatez y delirios de grandeza.
Puedes creer o no creer que hay una alternativa, puedes incluso afirmar que la conoces, pero será mentira. El síndrome de Estocolmo de la vida nos termina haciendo ver que nuestro camino lo elegimos nosotros, pero no es así.
¿Te crees que tienes algo que ver en cada uno de los giros que ha dado tu vida?
No sabes nada, Jon Nieve.
George R.R.Martin