lunes, 24 de enero de 2011

LA MONTAÑA de H. Hesse



En lo alto por encima de la ciudad y de la campiña destellaban los ríscos de la montaña; su sombra poderosa paseaba cada día sobre el país; sus arroyos y torrentes anunciaban al llano la llegada y el término de las estaciones; la montaña había llegado a ser el sostén y padre de todas las cosas. Crecían sobre ella, bosques y praderas de ondulante hierba y flores; de ella brotaban fuentes; en ella se acostaba la nieve, el hielo, las piedras; en sus piedras crecía el pintado musgo, y junto a sus arroyos las nomeolvides. En sus entrañas había cuevas, por las que gorgoteaba el agua en hebras como de plata, año tras año y de piedra en piedra, con invariable música; en sus simas había estancias secretas donde con paciencia milenaria, se iban formando cristales. En la cumbre no había estado nunca hombre alguno ; mas muchos pretendían saber que , en su punto culminante existía un pequeño lago redondo en el que jamás se había reflejado otra cosa que el sol , la luna , las nubes y las estrellas…


Serenamente continuaba viviendo la montaña en su grandeza. Todos los días veía salir del océano al lejano y rojo sol y presenciaba el circular paseo de Este a Oeste en torno de su cima; todas las noches contemplaba el reposado camino de las estrellas ; Cada año , el invierno la cubría con una espesa capa de nieve y de hielo; cada año , a su tiempo , buscaban los aludes su ruta , y lindando con los restos de nieve reían las ojiclaras flores de verano, azules y amarillas , y saltaban rebosantes los arroyos , y los lagos azuleaban cálidamente a la luz del día . En abismos invisibles tronaban sordamente las aguas perdidas; el lago culminante, pequeño y redondo, yacía cubierto de compacto hielo y esperaba todo el año para – en el breve plazo de la canícula – abrir su ojo límpido y reflejar el sol por el espacio de unos pocos días y las estrellas por unas pocas noches. En tenebrosas grutas deteníanse las aguas; resonaban las rocas con el continuo gotear; en ocultas gargantas crecían estrictamente los cristales en busca de su perfección…




Los tiempos volaron y hete aquí que la montaña se hizo vieja. Cuando veía salir el sol, hacer su carrera y ocultarse, ya no era como en otros tiempos; cuando las estrellas se reflejaban en el lívido helero, ya no se sentía parigual a ellas. Las estrellas y el sol dejaron de tener particular importancia para su vida. Llego a importarle lo que acontecía a ella misma, lo que pasaba en sus entrañas. Pues experimentaba como en lo profundo, debajo de sus peñas y oquedades, una mano desconocida iba trabajando, como se iba ablandando y desagregando hasta formar capas de pizarra, como los arroyos y cascadas la devoraban con creciente ímpetu. Habían desaparecido glaciares y aparecido lagos; bosques hubo que se convirtieron en pedregales, y praderas en negros pantanos; en forma de puntiagudas lenguas corrían hacia el infinito cordones morrénicos y las estrías de cantos rodados…en efecto se había vuelto singularmente pedregoso, habíase calcinado y poblado de silencio. La montaña se recluía más y más en sí misma…

Y acaeció que en su vejez , alta aún , volvió a acordarse de los hombres ; no es que hubiera considerado a los hombres como semejantes suyos, más empezó a buscarlos con la vista , a esperarlos ; empezó a sentirse abandonada ; empezó a pensar en el pasado …Estremeciose la montaña al percatarse lo que había pasado …el silencio y la marchitez imperaban , un sombra se extendía por el aire ….si , los tiempos habían cambiado .

La Montaña . H. Hesse