Huir a través del tiempo no nos debería brindar mayor satisfacción pues vive uno en un
refulgente futuro, para lo por venir y se consuela del espectáculo de las cosas
tal como son con el espectáculo de lo que serán. Y acaso trabaja para lograr
que sean lo que uno juzga que debieran ser.
Vives en un perpetuo estado de embriaguez pensando en lo venidero,
trabajando feliz para instaurar una admirable dicha ideal. Pero unos instantes
de reflexión te muestran lo absurdo de este oteo escudriñador del futuro y lo
inútil de estos denodados esfuerzos. Pues en primer lugar careces de motivos
para suponer que vaya a haber un futuro en absoluto, al menos para el género humano
y en segundo lugar, desconoces si esa felicidad ideal que te esfuerzas en
alcanzar no será totalmente imposible, o si en caso de lograrla no resultaría
profundamente repulsiva para la Humanidad. Si existiera una autentica probabilidad de alcanzar una
felicidad permanente e invariable, probablemente se echarían los hombres atrás horrorizados
por su tedio infinito … finalmente, la contemplación de lo futuro, el laborioso
empeño de alcanzarlo, no evita la existencia de lo presente, únicamente logra
ocultarlo de manera parcial.
Idénticas objeciones podrías hacer con idéntica fuerza a intentar huir a través del tiempo, o del espacio, a los dominios de la imaginación, no evitarás de ningún modo que persistan los hechos en consumarse; no lograrás más que negarles si acaso tu atención.
Para terminar existen gentes, más valerosas que quienes huyen,
las cuales se arrojan gentiles y dispuestas a la vida contemporánea que los
rodea, y hallan consuelo al descubrir que en medio de la miseria, de la vileza
repulsiva y de la necedad, existen indicios de bondad general, de caridad, de piedad
y cosas parecidas. Es muy cierto que existen estas virtudes, y el contemplarlas
resulta un espectáculo muy confortador. Todos poseemos corazones de oro, o casi…aunque
a menudo andamos demasiado preocupados en los asuntos propios para recordarlo. El hombre
realmente cruel, el de maldad fundamental, es tan insólito como el hombre
genial. La vida, aún en sus más groseras formas, puede presentar tan trágica grandeza;
que ni siquiera en medio de las locuras y los excesos mueren por completo los
sentimientos morales. Todos los horrores y miserias del ser humano nacen de la carencia de razón
en el hombre, del fracaso humano para conducirse de una manera completa y
sabiamente humana. Esto es cuanto nos resta de todo consuelo filosófico.
Quedarnos , mal que nos pese ,cara a cara con la realidad.